ÚLTIMO COW-BOY, EL (1954)
Juan Sires
Protagonizada por:
Augusto Codecá
Héctor Calcaño
Floren Delbene
Pedro Laxalt
Héctor Quintanilla
Estudios: Film Andes (Prod.) ADOCA (Distr.)
País: Argentina
Estreno: 25 de Febrero de 1954
Duración: 75'
Género: Western
Por empezar, parece haber sido realizado como respuesta a un exitoso film previo, el western gauchesco WAY OF A GAUCHO (Arg: El camino del gaucho / Esp: Martín el gaucho-1952), estrenado en Argentina en 1953. La puesta en escena es meticulosa: las montañas mendocinas dan justo y apropiado escenario (mucho más fiel que las “pampas montañosas de Hollywood”), los interiores son fiel réplica de las cantinas del western norteamericano y tanto vestuario como vehículos se cuidaron al dedillo. Hay carruajes, diligencias, una calle principal, un viejo cementerio, una oficina del sheriff... No termina ahí la reproducción: las bromas, diálogos y hasta subtemas narrativos hacen referencia a los sempiternos tópicos del western. Pero como esto es una caricatura, los rasgos están exagerados en busca de provocar matices humorísticos. De ahí la obsesiva ansiedad con que no solo los villanos sino también los comerciantes del pueblo y hasta los parroquianos tratan de hacerse con dinero (especialmente cuando es ajeno y les cuesta el menor esfuerzo obtenerlo) y también la ambigüedad del protagonista. En un momento, un borrachín empecinado en “que vuelva el violinista” es apaleado por el terrible Charles Siete Balas Jr., que opina lo contrario. Cuando el matón se acerca al héroe, Augusto Codecá, éste se muestra decidido a darle la razón para evitar una golpiza.
Codecá: Qué idiota el tipo, quería que volviese el violinista con lo mal que toca.
Matón: Ese violinista está muy bien.
Codecá: Claro que sí, el señor tiene razón. ¡Viva el Señor! El violinista toca muy bien. Que me lo niegue alguien si se atreve.
Lamentándose de sus pocas ventas, el dueño de una tienda de armas, un tal Samuel MacEstraulevich, pone en marcha un plan junto al dueño de la casa de pompas fúnebres “Larga Vida”, también en dificultades económicas debido a los pocos sepelios. Incitan a un par de vaqueros a que empiecen a tirotearse en medio de la calle y, pronto, los parroquianos de la cantina se contagian y disparan unos a otros. Cuando se les agotan las balas, todos acuden raudos a comprar parqué al genial armero. ¡Pero como las balas no matan a nadie, el sepulturero se frustra! Los juegos de palabras también tienen su lugar. El dueño del pueblo, Parker (Floren Delbene), se acerca a Codecá y finge familiaridad para tratar de arrebatarle el dinero que trae. Se da un diálogo que es perfecto ejemplo de algo que hoy se denomina intertextualidad:
Parker: Me alegro de haberte encontrado, Thompson.
Codecá: Lo mismo digo, Birome.
Parker: “Parker”.
Codecá: Ah, perdón, me equivoqué de lapicera.
De estos y otros esquicios, el film está repleto. Pero también de perlas surrealistas. Tras una increíble partida de naipes, Delbene y su secuaz bajan un póker de ases cada uno y a la vez. Pero Codecá les da las buenas noches con una mano de “cinco ases”.
El relato, que sabemos será mera excusa para la diversión, nos muestra a un Codecá citadino que llega en la diligencia de la tarde con un título de propiedad de una supuesta mina de oro. En el vehículo viaja John Golondrino (Pedro Laxalt) y su ahijada Susana, que vienen a hacerse cargo de un rancho ganadero sobre el que pesa una hipoteca. Y el beneficiario es, ni más ni menos, Parker. Al llegar al pueblo, esta trama queda un poco en el olvido, y el propio Golondrino sugiere a los ciudadanos respetables que el recién llegado Codecá (que porta un nombre memorable: “Hércules Thompson”) sea nombrado sheriff, debido a que todos los anteriores han muerto de manera violenta. Lógicamente, Codecá no sabe disparar y menos pegar. Pero hay un tal Robert Granger que se emplea como peón del rancho ganadero (se trata de un “policía federal” de incógnito) y se dedica a velar por la seguridad del protagonista. Cuando hay una amenaza, Codecá desenfunda torpemente y desde lo lejos, Granger dispara, hiriendo al villano de turno o volándole el arma de la mano. Más adelante, John Wayne haría lo mismo por James Stewart en THE MAN WHO SHOT LIBERTY VALANCE (Arg: Un tiro en la noche / Esp: El hombre que mató a Liberty Valance-1962). En otro momento, parecería emular la impronta de Tex Avery: la estatua del cowboy que preside la plaza principal se pone a disparar y huye de su pedestal.
Hay cabalgatas, incontables y frenéticos tiroteos, una tenebrosa ambientación de cementerio, la aparición de una extraña tribu que se descuelga de los árboles y hasta una miniatura de un ferrocarril que cruza el bosque, hay canciones (pero sin abusar, solo dos y sustanciosas) y, fundamental, la permanente frescura y fluidez del absurdo, algo que en 1954 creemos aún no se tenía idea que podía definirse así. [Cinefania.com]
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Reparto Ver créditos | |
Augusto CodecáAugusto Codecá | ... Sheriff Hércules Thompson |
Héctor CalcañoHéctor Calcaño (1894-1969) | ... Alguacil Smith |
Floren Delbene Floren Delbene | ... Parker |
Pedro LaxaltPedro Laxalt | ... John Golondrino |
Héctor QuintanillaHéctor Quintanilla | |
Joaquín PetrosinoJoaquín Petrosino | |
Eduardo De EspeletaEduardo De Espeleta | |
Nelly LandaNelly Landa | |
María Teresa RoblesMaría Teresa Robles | |
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Matheo MartínezMatheo Martínez | |
Antonio Gómez AriasAntonio Gómez Arias | |
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