Reseña crítica: En el consultorio de un dentista (Chojuro Hanakawa), un joven (Akira Ishihama) es anestesiado antes de sufrir una extracción y comienza a alucinar que la atractiva y joven paciente que está a su lado en la sala (Kanako Michi) es sometida a tratos crueles por parte del odontólogo. Después de varios intentos, el profesional le baja el escote y ahí nomás, le muerde el plexo, dejándole marcados sus piezas dentales. Rápidamente la fantasía se translada a escenarios urbanos, habitaciones particulares, camerinos, plazas públicas y hasta un centro comercial vacío. En cada espacio la presencia amenazante del dentista (ya vestido de civil y sin delantal) es sufrida por la chica, usualmente en paños menores o bien, toda desnuda, siendo torturada de maneras diversas pero siempre con suavidad, permitiéndole gozar del morboso cuadro. Siempre espectando, tras un cristal, desde otra habitaci??n o bien desde una puerta trampa en el techo, el protagonista se desespera por su imposibilidad de impedir tales abominaciones o siquiera de interactuar. A la larga, cuestiones como sadismo, masoquismo, erotismo y sensualidad se van (con)fundiendo hasta intercambiar sus propias cualidades intrínsecas: las torturas terminan generando sensualidad y el supuesto erotismo, repulsión. Lo que se puede discernir de la historia son escenas oníricas, en algunos casos con simbologías más o menos claras y en otros con escenas caprichosas y gratuitas. Los límites de este sueño anestésico, así como la comprensión de la trama, están por supuesto fijados por la época y por la censura del momento. En un prólogo previo a los créditos, el autor de la novela original Jun'ichirô Tanizaki, elogia al director Tetsuji Takechi y a la actriz principal y también advierte sobre las dificultades de censura para plasmar en la pantalla todas las incidencias relatadas en el papel. Por cierto, Takechi tuvo interminables conflictos y al final tuvo que ceder y cortar aquellas escenas problemáticas. El largometraje, sin embargo, acaparó la suficiente atención de la prensa y del mercado occidental como para llegar a Estados Unidos y Latinoamérica. En Argentina se estrenó el mismo día que el "mondocumental" de Takechi ONNA ONNA ONNA MONOGATARI (Japón Sexótico-1963), pero no en la misma sala: el documental fue a un cine de los llamados "de valijeros" y HAKUJITSUMU a una sala de las llamadas "arte y ensayo". A pesar que hubo 20 minutos que sucumbieron a las tijeras (la duración de su estreno fue de 72 minutos), la crítica supo percibir la naturaleza exacta del filme y afirmó que su trama discurría "con languidez" entre escenas pretendidamente fuertes, ayudada por una notable fotografía. Su importancia histórica es que sirvió como una de las piedras fundamentales sobre las que se erigió el impresionante edificio del llamado "pinku eiga", que floreció eminentemente en los '70s, pero es preciso aclarar que la crítica no se equivocó respecto al discurrir lánguido. [Cinefania.com]
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