Reseña crítica: Un matrimonio de lo más normal. Él (Werner Krauss), bioquímico, se afeita a diario, lee antes de acostarse y adora a su esposa. Ella (Ruth Weyher), mucho menor que él, aparece un día con un regalito: una estatuilla oriental y unas postales que envía su primo (Jack Trevor), un aventurero que regresa de una expedición a la Sumatra. Una mañana la vecina de enfrente grita pidiendo auxilio. Una mujer ha sido acuchillada y muerta. El matrimonio se entera del caso a través del periódico o bien por algún chisme barrial. La vida sigue y si bien nada cambió para la pareja, un engranaje íntimo ha girado en la mente del marido. Por la noche sufre una atroz pesadilla en que se ve a si mismo asesinando a su mujer. Sentimientos de culpa - tal vez por no haber tenido hijos - y los más primitivos celos asaltan su espíritu: ya nada será igual. A la mañana siguiente el sueño ha dejado secuela: no se atreve a afeitarse por temor a la navaja ni a tomar en su mano el estilete para abrir la correspondencia. El problema surge de noche cuando el protagonista se ve asaltado por la pulsión a degollar a su esposa. La solución del caso estará en manos de un médico (Pawel Pawlow) que propone realizar un tratamiento de "psicoanálisis", que implica alejar al marido de la casa durante unos meses hasta lograr su curación. ¿Logrará desentrañar el misterio del alma a través del significado de los sueños y de sus traumas? La trama y los conceptos psicológicos pueden pecar de simplistas e ingenuos pero, por comparación, son más maduros que muchos films norteamericanos de la Posguerra - cuando se dio el boom del psicoanálisis. La mano maestra de Pabst nos obsequia secuencias oníricas de clima denso y por momentos asfixiante, respaldadas por las actuaciones contenidas de los protagonistas - inusual en el cine mudo- y una batería de recursos visuales que aún sigue siendo efectiva como atracción hacia el abismo insondable de los sueños. Sin el legado expresionista pero doblando la arquitectura rígida; sin el lirismo de un Murnau ni la ciencia de un Lang pero logrando un cierto "lirismo-científico"; sin la tendencia a rellenar o pintar la pantalla de luz o claroscuros pero imprimiendo volumen y fantasmagórico relieve a los objetos reales que pueblan un sueño, Pabst logra elevar un film menor y convertirlo en una pequeña gema de visión imperecedera. [Cinefania.com]
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